(FES
UNAM Acatlán)
El calepino de Sahagún. Un acercamiento
de Pilar Máynez fue publicado a finales del año 2002 por
El libro contiene los términos
nahuas dispuestos alfabéticamente con las correspondientes definiciones que
fray Bernardino proporcionó de cada uno
de ellos en el apartado en español de la más completa versión de su Historia general de las cosas de Nueva España: el Códice Florentino.[1]
El conjunto de estos vocablos
indígenas, como el propio fraile lo explica en el prólogo a su obra, no pudo
ser conformado a manera de calepino, o sea de diccionario enciclopédico, pero
el material para elaborarlo quedó incluido en los doce libros que integran
De acuerdo con las editoriales
que publicaron hace cinco años este volumen, se incluye la totalidad del
contenido de la mencionada obra en el Gran Diccionario del Náhuatl. Cabe señalar
que en la primera emisión electrónica del calepino sólo se autorizó la
incorporación de una parte de éste a dicho corpus, por lo que agradecemos a la
Universidad Nacional Autónoma de México (ENEP/Acatlán) y al Fondo de Cultura
Económica las facilidades que nos otorgaron en esta ocasión para que se
difunda su versión completa.
1.
Elementos que integran este calepino
Hace ya varios años inicié la
investigación que finalmente ofrezco en este volumen. El objetivo principal de
la misma era conformar el calepino del cual Sahagún echó las bases, pero que
por siglos quedó sin constituirse. Un primer avance de este estudio fue el
libro que con el título de Religión y magia. Un problema de transculturación
lingüística en la obra de Bernardino de Sahagún se publicó en 1989.[2] En ese trabajo presenté únicamente los
términos nahuas que hacían referencia al rubro más significativo de la
cosmovisión mexica. Restaba, sin embargo, incluir la mayor parte de las
palabras nahuas y sus definiciones alusivas a los más variados componentes del
universo mexica los cuales, finalmente, quedaron consignados en citado libro
que se publicó en 2002 con una estructura alfabética.
Los
aproximadamente 2200 artículos que conforman El calepino de Sahagún quedaron constituidos por los siguientes
elementos: la entrada principal en mayúsculas, que se determinó con base en la
propuesta ortográfica de Miguel León-Portilla, la cual reproduce en términos
generales una tradición escritural del náhuatl que procede del siglo XVI. En
renglón aparte se ofrecen entre paréntesis y por orden alfabético las variantes
que aparecen en el manuscrito. A cada
entrada sigue su traducción extraída principalmente de los glosarios que
acompañan a las ediciones de
Chian. Salvia, planta cuya semilla se usaba como
alimento.
Huacalli. Armadejo para cargar algo.
Tamalli. Pan de maíz envuelto en hojas y cocido
en olla.
El asterisco que acompaña, en
ocasiones, a la entrada del artículo indica que el término posee, según lo
advierte Sahagún, dos o más formas de denominación para el mismo concepto; es
decir, que es sinónimo de otra u otras palabras nahuas. Sobre este punto
explica fray Bernardino en la nota Al Lector que antecede al libro 7:
Otra cosa ay en la lengua que tambien dara desgusto al que la entendiere; y es que de una cosa van muchos nombres sinonjmos; y una manera de dezir o una sentencia va dicha de muchas maneras: esto se hizo a posta, por saber y escrevjr, todos los vocablos de cada cosa; y todas las maneras de dezir de cada sentencia; y esto no solamente en este libro pero en toda la obra.
Lib. 7, fol. 220, p. 223 v.
Frecuentemente,
antes de las definiciones de los distintos referentes proporcionadas por
Sahagún, se ofrece una breve explicación a fin de contextualizar mejor el
concepto. Se indica ésta entre corchetes y se emplea la ortografía y sintaxis
actuales, con el objeto de que quede claramente diferenciada del texto extraído
del Códice florentino. En ocasiones, también, se introducen en las
definiciones elementos que resultan necesarios para precisar el contexto; en
tales casos se sigue el mismo procedimiento de insertar entre corchetes la
aclaración que se juzgó pertinente.
Ahora
bien, la transcripción de los términos nahuas y sus contextos se realizó
respetando las grafías y puntuación del manuscrito. Únicamente se desataron
abreviaturas como nros
(nuestros), vros (vuestros), q (que) q.d. (quiere decir), oron
(oracion), tpo (tiempo), del castellano y xipacoya (xipacoyan).[4] Así mismo se separaron algunas palabras
que aparecían unidas en el texto, dejando sólo aquellas que así lo reclamaban
debido a su peculiar conformación como desta (s, os), della (s, os).
Por
último, se anota en cada caso la referencia bibliográfica de donde se
extrajeron el vocablo nahua y su (s) definición (es); esto es, el libro, el
folio y la página (recto y vuelto).
A
continuación se reproducen aquí algunos ejemplos de los artículos que se verán
en el calepino.
ITZCUINPAHTLI “Medicina de perro”
(Itzcujnpatli) (Yztcujnpatli)
[Al referirse a los empeines y a sus posibles remedios, comenta que se deberá:]
Poner la yerva molida verde que se llama atlepatli, y ponerse
sobre el empeine: quando tomare algunos baños lavarse a con el agua de la hoja
de cierta yerva llamada itzcujnpatli
Lib. 10, fol.110, p. 112
r.
PINOLLI Maíz molido para comer
Ponjan delante desta ymagen [del dios de
las mieses] un chiqujujte de harina de chian que ellos llaman pinolli
Lib.2, fol.27, p. 81 r.
TEOPOXACUAHQUEH* “Los acrecentados”
(Tepupuxaquaujque)
[Al referirse a los que nacían en el
signo ce acatl, dice:]
Si fuesse hombre popular, o macegual:
seria tambien hechizero y encantador y enbaydor: de aquellos que se llaman
temacpalitotique...[Hay] unos hechiceros que se llaman temacpalitotique
o por otro nombre tepupuxaquaujque
Lib.4, fol.58, p. 301 r.
2. Procedimientos adoptados por Sahagún
en la definición de objetos y conceptos del mundo náhuatl
Uno de los fenómenos más interesantes del
español de América es el tocante a la infiltración léxica indígena en el
castellano. El tema resulta atractivo desde dos perspectivas diferentes pero
complementarias: lingüísticamente abre la posibilidad de un análisis
morfológico de los términos indígenas, así como de los procedimientos sintácticos
y semánticos adoptados para la definición castellana de ellos;
etnohistóricamente cada vocablo indígena que se introduce viene a ser el
testimonio de una realidad específica del mundo prehispánico.[5]
En
este apartado se pretende explicar, con este doble enfoque, la forma en que
Sahagún definió los distintos componentes de aquel universo que sus informantes
fueron mostrándole, mediante el recuento de los diversos procedimientos
lingüísticos que para ello adoptó.
2.1. Recursos
morfosintácticos empleados por fray Bernardino en las definiciones castellanas
de los préstamos nahuas
Una de las formas más frecuentes
utilizadas por el fraile, como apunta Miguel León-Portilla,[6] consiste en establecer relaciones de
comparación entre los términos patrimoniales y los occidentales, a fin de
explicar la naturaleza de los primeros. De esta manera, las definiciones
castellanas sobre las diferentes realidades que conforman el universo mexica,
se presentan en relación de correspondencia. El empleo del adverbio como,
del verbo copulativo ser más su atributo y de construcciones de relativo
que modifican un núcleo antecedente son los procedimientos sintácticos más
comunes para dar idea de correlación entre ambos elementos. Así tenemos, por
ejemplo, que el mexicatl teohuatzin era como patriarca y
que el tlamacazton era como acólito. Las construcciones
adverbiales comparativas “como patriarca” y “como acólito” expresan una
relación de equivalencia con el término inicial.
La
oración copulativa funciona también en este texto como forma gramatical de
predicación y comparación. En los enunciados: la diosa Chicomecoatl es
otra diosa Ceres, Huitzilopochtli fue otro Hércules,
tlatolhuaztli es tragadero y totolin iquatexio, sesos
de gallina, los atributos introducidos por los adjetivos “otro, otra (s)”, o
bien directamente por el verbo “ser”, o por su forma elidida, caracterizan al
sujeto. Así mismo son frecuentes las construcciones de relativo en las que se
modifica a un sustantivo antecedente que funciona, a su vez, como elemento
nuclear o primario de comparación: Los calpullis que eran como iglesias,
el cuauhtepoztli que es como alcornoque, la mazacoatl
que es una culebra con cuernos.
En
las tres clases de sintagmas el orden de los elementos generalmente es el
mismo: primero aparece el término nahua o el nahuatlismo, esto es, la voz
indígena adecuada a las particularidades morfológicas del castellano, después
el verbo copulativo ser que lo enlaza en forma comparativa o atributiva
con su posible equivalente hispano. No obstante, cabe precisar que, en
ocasiones, aparece primero la definición, seguida de su correspondiente vocablo
indígena:
Comjan [los señores] unas
ciertas tortillas, echas de las maçorcas, tiernas de mahiz, que se
llaman elotlaxcalli.
Lib.8, fol.
24, 274 v.
Otros
dos elementos gramaticales que funcionan también en el Florentino como
indicadores de equivalencia son: el adjetivo semejante y el verbo parece.
Ambos señalan una correspondencia entre el vocablo náhuatl y el hispano.
Ay otra yerva que se llama mamaxtle o
mamaxtlaquilitl es semejante a la yerva que se llama acuitlacpalli.
Lib.11,
fol.135, p.287 v.
Ay en esta tierra ave de rapiña que me parece
esmerejon de españa: llamase hecujlictli y por otro nombre hecachichinquj.
Lib.11, fol.49, p. 201 r.
En
el primer caso las hierbas comparadas pertenecen por igual al mundo indígena.
La voz nahua que aparece en la versión castellana del texto es caracterizada
mediante la confrontación con otro elemento de la misma cultura. En el segundo
ejemplo, la denominación de la especie castellana antecede a su homóloga
indígena. Esta clase de equivalencias se observa frecuentemente en los campos
relativos a la flora, la fauna y la alimentación.
Tres
recursos más de aproximación conceptual se dan mediante el intercambio prácticamente
absoluto de las dos unidades; esto es, a través del empleo de la conjunción o,
de la traducción de la voz patrimonial introducida con las frases que quiere
decir, o bien por yuxtaposición
Los cactles o cotaras
tambien eran de algodón.
Lib. 2,
fol.46, p. 100 v.
La
intención del transvase se manifiesta mediante las frases quiere decir, que quiere decir, como en el siguiente ejemplo:
Tambien comian muchas maneras de
cazuelas; una de ellas se llama totolin patzcalmollo, qujere dezir
cazuela de gallina, echa a su modo con chilli bermejo y con tomates y pepitas
de calabazas molidas, que se llaman agora pipian.
Lib. 8, fol. 23, p. 273 v.
Así mismo, la yuxtaposición funciona en algunos
párrafos como forma explicativa del término mexicano. A través de <:>, de la
aposición o de la elisión de algún elemento mediante <,> se
define el vocablo.
El sexagessimo septimo edificio, se
llamava Iopicalco, y tambien Eoacalco:
esta era una casa donde se aposentavan
los señores, y principales, que venjan de lexos, a visitar este templo,
especialmente los de la provjncia de Anaoac.
Lib. 2, fol.
118, p. 172 r.
Le arrojavan [el corazón] a los pies de Xiuhtecutli, dios del
fuego.
Lib. 2, fol.
64, p. 118 v.
Menos frecuentes resultan otros procedimientos ideados por Sahagún en las definiciones de las voces patrimoniales, como es el caso de su explicación a partir del análisis del vocablo que, en ocasiones, se complementa con una referencia mítica:
Este nombre mexicatl, se dezia
antiguamente mecitli: componjendose de me, es metl, por el maguey,
y de citli, por la liebre; y ansi se avja de dezir, mecicatl,
y mudando la c en x, corrumpese, y dizese mexicatl; y la
causa del nombre, segun lo cuentan los viejos, es. que quando vinjeron los mexicanos
a estas partes; trayan un caudillo, y señor, que se llamava mecitli;
al qual luego despues que nascio; le llamaron citli, liebre; y
porque en lugar de cuna lo criaron, en una penca grande, de un maguey: de
ay adelante, llamose mecitli. como qujen dize: hombre criado en aquella
penca de maguey.
Lib. 10, fol.
139, p. 141 v.
Otras
veces, como en el caso de los gentilicios, explica el vocablo por derivación;
por ejemplo:
El nombre de matlatzincatl, tomose de matlatl, es la
red, con la qual desgranavan su mahiz, y hazian otras cosas los que
se llaman matlatzincas, o bien los mazahuas que tomaron ese nombre
por su caudillo, al igual que los otomíes.
Lib. 10, fol. 130, p. 132 v.
2.2. Los fenómenos
semánticos más frecuentes en la explicación de los objetos y conceptos
indígenas
En la obra sahagunense es común encontrar
referencias sobre el proceso de denominación por medio del cual un vocablo
nahua puede proceder tanto de una motivación exoglótica -generada fuera del
sistema lingüístico- como de una motivación endoglótica -derivada del propio
sistema-. En la primera clase de motivación, la forma fónica reproduce el ruido
emitido por cierto objeto o animal. La designación queda, entonces, relacionada
con las peculiaridades acústicas del elemento nombrado. Éste es el caso del ave
cohuixin que debe este nombre a su propio canto cohuixi, cohuixi
o del cuitlachtototl que despliega su vuelo cantando cuitlacoch,
cuitlacoch, tarati, tarati. En este sentido, se establece una relación
indisoluble entre la cosa significada y la forma significante fuera del signo
lingüístico.
También
se encuentran casos de motivación morfológica, originada en el propio sistema
de la lengua; la composición de un vocablo se establece aquí mediante los
morfemas existentes. Esta forma de denominación es quizá el procedimiento más
frecuente con que cuentan las lenguas para la creación de vocablos, y el Florentino
es una rica muestra de ello:
Sera tambien esta obra, mui oportuna, para
darles a entender, el valor de la criatura; para que no les atribuian,
divjnidad: porque a qualqujera criatura, que vian ser eminente en bien o en
mal, la llamavan teutl qujere dezir dios: de manera que al sol le
llamavan teutl por su lindeza: al mar, tambien por su grandeza...donde
se infiere, que este nombre teutl se toma, en buena o en mala parte.
Otros muchos vocablos, se componen desta mjsma manera; de la significacion de
los quales se puede conjeturar; que este vocablo, teutl qujere dezir; cosa estremada en bien o
en mal.
Lib. 11 p. 152 v., sf.
La
integración formal de una palabra se realiza, según se observa, yuxtaponiendo
morfemas que conservan su sentido primario; de esta manera, al entrar en
composición estos elementos significativos, se crea un vocablo que proporciona
una connotación diferente sobre un determinado concepto.
En
ocasiones, el contexto aclara la causa que da origen a una designación
específica:
El tercero dia comjan y bevjan y davan
dones de la misma manera: llamavan a este dia teteualtia: porque entonces ponjan a los esclavos, que
avjan de morir, unas cabelleras echas de plumas ricas, que se llaman
xinapallotl.
Lib. 9, fol.
44, p.352 r.
El
nombre teteualtia que se traduce como “bañar papeles de ofrenda” se determina,
entonces, por el significado mismo del ritual. Vemos cómo un vocablo es
generado por la similitud que guarda con una acción o también puede ser con
cualquier otro elemento. En este texto la transferencia más común es de
carácter “afectivo”; es decir, se relaciona un sentimiento o una característica
festiva a una persona o cosa que comparten esa peculiaridad. Al referirse al pezohtli,
advierte:
Otro anjmalejo que se llama peçotli...como
si dixesse gloton, porque de todas cosas come, nunca se harta y de aquj se
tiene costumbre de llamar peçotli al que come mucho y nunca se harta
siempre anda comiendo, o donde vee alguna cosa de comer luego arremete a
comerla.
Lib. 11, fols. 10 y 11, pp. 164 v. y 165
r.
La
extensión de nombres por contigüidad de sentidos se observa con frecuencia en
la designación de algunos sacerdotes que reciben la misma denominación que la
del dios al que sirven (acalhua ometochtli, cuatlapanqui ometochtli, tlilhua
ometochtli); también las víctimas sacrificadas en determinadas ceremonias
adquieren la denominación de algunas deidades (Xilonen, Xiuhtlati,
Xochiquetzal), o bien del lugar donde se llevaba a cabo el acto ritual.
Veamos un caso:
[Al referirse a las cuatro mujeres que daban por esposas al
mancebo sacrificado en la fiesta Toxcatl, dice:]
Ponjanlas los nombres, de quatro diosas,
a la una llamavan xochiquetzal, a la
otra xilonen.
Lib. 2 fol. 33, p. 87 r.
2.3. La adopción de las
voces nahuas en el castellano del siglo XVI
La penetración de indigenismos en el
español se llevó a cabo desde el primer contacto entre la gente del Viejo y
Nuevo Mundo. Ya el Vocabulario
de Antonio de Nebrija (1492) incluía la voz caribeña canoa, y
sabemos, por el recuento que puede realizarse de ellas en diversas fuentes, que
una cantidad considerable de términos indígenas pasaron a integrarse al español
desde el siglo XVI. Miguel León-Portilla, por su parte, señala que la
incorporación de nahuatlismos al castellano de España, por ejemplo, se puede
registrar en siete momentos diferentes que abarcan desde la conquista hasta
nuestros días.[7]
Ahora
bien, algunas de estas voces resultaron, al parecer, tan conocidas que Sahagún
prescindió de su explicación; podemos decir que formaban ya parte integral del
léxico del español de México en aquel entonces. Por ejemplo:
Lib.8, fol. 23, p. 273 v.
No
obstante, en algunos contextos se puede observar la renuencia de los
conquistadores a aceptar los préstamos indígenas alusivos a determinados
referentes. Así prefirieron utilizar los nombres castellanos para referirse a especies particulares de la fauna
autóctona, aun cuando esto implicara una imprecisión designativa, como se puede
observar en esta obra.
Ay en esta tierra un animal que se llama coyotl,
al qual algunos españoles le llaman zorro y otros le llaman lobo.
Lib. 11,
fol.8, p. 162 r. y v.
Amado
Alonso señala al respecto que este fenómeno puede explicarse “no sólo como un
compromiso de nominación sino como una forma de plasmar y fijar su experiencia.[8] No obstante, otros teóricos, como
Lipsio, Jefferson y Buffon han señalado que esta designación de nombres viejos
a realidades nuevas representa una gran confusión por la imperfecta
aplicabilidad de las especies animales y vegetales, condiciones ambientales y
políticas, por mencionar sólo los ejemplos más recurrentes, propias del Viejo
Mundo a la realidad del Nuevo. Incluso, algunos cronistas consideraron
igualmente inapropiado la referencia a tales conceptos mediante denominaciones
castellanas. El padre Acosta, por su parte, había lamentado que a muchas destas
cosas de Indias, los primeros españoles les pusieron nombres de España, tomados
de otras cosas a que tienen alguna semejanza, como piñas, y pepinos, y
ciruelas, siendo en la verdad fruta diversísima, y es mucho más sin comparación
en lo que difieren de las que en Castilla se llaman por essos nombres.[9]
2.4. Comentarios
lingüísticos de Sahagún en el Códice
florentino
Desafortunadamente, como hemos mencionado
ya, el manuscrito de 1569 que contenía la versión completa de
...por mj industria, se an escripto doze libros; de lenguaje propio y natural, desta lengua mexicana; donde allende de ser muy gustosa, y provechosa escriptura: hallarse han tambien en ella, todas las maneras de hablar, y todos los vocablos, que esta lengua usa: tambien authorizados y ciertos: como lo que escribio vergilio, y Ciceron y los demas authores de la lengua latina.
Prólogo a la obra, p. 3 r, sf.
En
algunas partes de su obra hace referencia a la peculiar manera de composición
del mexicano. También proporciona el significado que tiene el vocablo en su
forma absoluta y el de sus posibles derivados.
Este nombre tlâcatl; qujere dezir
persona noble y generosa o magnifica; y su compuesto, que es âtlacatl; es contradictorio;
significa persona vil y de baxa suerte: y los compuestos de tlâcatl, que
se componen con nombres numerales significan persona comun; como diciendo, ce
tlacatl, una persona hombre o/muger: Ume tlacatl dos personas
hombres o/ mugeres.
Lib. 10, fol. 9, p. 11 v.
Otras
veces explica si el término es o no susceptible de analizarse en sus mínimas
unidades de significación:
Ay una [hierba] color colorado blanquecina que se llama achiotl:
no tjene composition nj derivation: este nombre hacese en tierras calientes.
Lib. 11, fols.217 y 218, pp. 369 v. y 370
r.
incluso, en varias definiciones, como en
la anterior, señala el lugar de procedencia o en el que se utiliza una
determinada voz.
En
ocasiones, indica la forma más frecuente de dos sinónimos:
…a los peces blancos llaman amjlotl o
xouili; su principal nombre es amjlotl.
Lib.
11, fol. 66, p. 218 r.
Así
mismo en algunos párrafos introduce acotaciones que llamamos hoy de carácter
sociolingüístico, al precisar las diversas maneras de denominación, según el género, para un mismo referente :
Entre estos naturales, un vocablo usan
los hombres para dezir sobrino, que es machtli, y otro vocablo usan las
mugeres, que es tepilo, o pilotl.
Lib. 10, fol. 3,
p. 5 v.
3. Valoración
Aunque fray Bernardino de Sahagún no
logró llevar a cabo el ambicioso proyecto lexicográfico de incorporar una
columna de escolios en su versión bilingüe, sí, en cambio, incluyó a lo largo
de los doce libros del Códice florentino la definición de un gran número
de voces nahuas que aludían a los distintos ámbitos del universo mexica que fue
abordando. Ahí, en el relato español que muchos estudiosos han atribuido al
fraile íntegramente, quedaron definidos los vocablos que hacían referencia a la
divinidad, el ritual, los mitos, la moral, el gobierno, la sociedad, la
alimentación, las enfermedades, la
flora y la fauna, así como a los
distintos componentes del ecosistema amerindio.
No
fue el Calepino, como ya se ha dicho,
una obra en sí misma pues, aunque algunos de sus bibliógrafos, incluso
contemporáneos a él se refieren a su Historia en esos términos, el
fraile aclaró que su magno estudio sobre la cultura mexica era como una red
barredera para sacar a la luz todos los vocablos de la lengua mexicana con su
sentido propio y figurado.
Y,
en efecto, el Calepino que aquí se presenta es tan sólo la relación
estructurada de aquel vasto material que por su extensión se ha calificado como
“la enciclopedia de los nahuas del altiplano central”.
Muy
posiblemente la organización que se ha dispuesto aquí no coincida con la que
tenía planeada el franciscano, pues, al parecer, las glosas lingüísticas iban
determinándose conforme a las exigencias de la narración, y no según rígidos criterios lexicográficos.
Así lo podemos apreciar en los Memoriales con escolios y en la nota “Al
Sincero Lector” que antecede a su Historia, donde el autor especifica la
conformación en tres columnas que debería tener su obra y sus contenidos[10]. No obstante, el corpus que se
presenta a continuación pretende
concluir una de las varias etapas del intenso trabajo que Sahagún efectuó con
sus informantes y alumnos trilingües.
Contiene
este vocabulario la explicación pormenorizada de numerosas voces, muchas de las
cuales apenas son definidas en los distintos diccionarios náhuatl-español que
han llegado hasta nosotros, y la de otros términos ni siquiera contemplados en
éstos; de ahí su importancia. Pero Sahagún no se conformó con proporcionar el
significado de los términos indígenas que fue incorporando en su relato. Fray
Bernardino incluyó así mismo, la gran variedad de formas con que podía ser
designado un determinado concepto. Los sinónimos que, en ocasiones, pueden
ascender hasta nueve para un mismo referente, son, sin duda, prueba palmaria de
la preocupación lingüística que en gran medida alentó su monumental tratado.
También
Bernardino de Sahagún ofreció el amplio
elenco de voces que aludían a un objeto específico. No redujo. No simplificó.
En los casos en que la lengua mexica había generado numerosos significantes
para referirse a los diversos géneros de un mismo objeto, el franciscano los
registró por igual. Así, por ejemplo, una variada gama de tamales con
sus particulares nombres quedaron consignados y explicados en
Si
bien es cierto que algunos términos, muy pocos por cierto, quedaron nula o
escuetamente definidos, como es el caso de epnepaniuhqui que sólo
advierte que “era un atavjo”, o incluso, especificados contradictoriamente,
como por ejemplo cuando explica en el folio 18 del libro 11 que el iztoncuahuitl
“tiene suave olor” y en el siguiente folio que “tiene mal olor”, la inmensa
mayoría comporta una detallada y clara especificación. Es el Códice
florentino. Historia general de las cosas de Nueva España un documento
invaluable para conocer nuestro pasado. Está sustentado en la explicación que
dieron sobre sus antiguallas y costumbres los propios indígenas. Está
fundamentado en el conocimiento y la apreciación del “otro”, de aquel que
Sahagún se propuso entender y cristianizar. Pero es también el Florentino,
el testimonio más completo de la designación propia de aquel universo
amerindio.
[1] Fray Bernardino de Sahagún, Códice
Florentino. Historia general de las cosas de Nueva España. Manuscrito 218-20 de
[2] Véase Pilar Máynez, Religión y magia. Un problema de transculturación lingüística en la obra de Bernardino de Sahagún, México, ENEP UNAM Acatlán, 1989.
[3] Fray Alonso de Molina, Vocabulario de la lengua castellana y
mexicana y mexicana y castellana, Reproducción facsimilar de la edición de
1571, estudio introductorio de Miguel León-Portilla, México, Editorial Porrúa,
1970; Rémi Siméon, Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana,
traducción de Josefina Oliva de Coll, México, Siglo XXI, 1981, Frances
Karttunen, An Analytical Dictionary of Nahuatl, United State of America,
University of Texas, Press, Austin, 1983; Antonio Peñafiel, Nomenclatura
geográfica de México, México, Oficina Tipográfica de
[4] José Luis Martínez señala otras abreviaturas que se encuentran en
el texto mexicano, como el plural de los términos que se indica con una raya
encima de la letra q: tepezpitzq. Sea como fuere, agrega
Martínez, las abreviaturas son más numerosas para el castellano que para el
mexicano. En El Códice Florentino y la “Historia General” de Sahagún,
México, Archivo General de
[5] John Lyons sostiene que “toda lengua se integra a la cultura en
que opera, por lo que su estructura léxica (y al menos en parte su estructura
gramatical) refleja las distinciones que son (o han sido) importantes en la
cultura respectiva.
[6] Véase “Traslating the Amerindians Texts”, Latin American Indian Texts, p. 104
[7] Miguel
León-Portilla,“Otro testimonio de aculturación hispano-indígena: Los
nahuatlismos en el castellano de España”. Revista española de antropología
americana, Madrid, Editorial de
[8] Amado Alonso, Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, Madrid, Editorial Gredos, 1967, p. 36.
[9] Para mayor referencia sobre este tema, consúltese Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900, México, Fondo de Cultura Económica, 1960 p. 26 y 27.
[10] Ibid., t.1, p. 3 r.
[11] Algunos de los diversos tamales enlistados por Sahagún son: tenextamalli, yacacoltamalli, necutamalli, cacacollayo, exococolotlaoyo. Ver lib. 2, fol 50, p. 104 v. En el caso de la diversa gama de huipiles tenemos: cuappachpipilcac, pocuipilli, yapalpipilcac, cacallo, mimichcho. Ver Lib.2, fol. 51, p. 105 v.