Apología y declaración en diálogos
en lengua mexicana, del símbolo de San Atanasio y confesionario breve, año de
1653 por Juan Ossorio. México: Imprenta de Juan Ruiz.
Introducción
y transcripción: Isis Zempoalteca Chávez.
Año
2014.
El autor del texto que a continuación
se presenta es el bachiller Juan Osorio, clérigo presbítero y ministro de
naturales del siglo XVII, del que por desgracia poco se sabe. Su escrito tiene
la clara intención de ser útil a la enseñanza y bien espiritual de los
naturales; y servir de apoyo a los ministros y predicadores recién consagrados,
para facilitarles la instrucción en el conocimiento del misterio de la fe.
El contenido[1]
del libro religioso se divide en dos partes: la primera, que en forma de diálogo,
aborda el misterio de la Santísima Trinidad y la manera de interpretar la
unidad de la esencia divina y su manifestación en tres personas distintas. La
segunda parte contiene un breve confesionario, que como su autor refiere, es una
propuesta a los nuevos ministros para administrar el santo sacramento de la
penitencia mediante preguntas de análisis sobre los diez mandamientos que
permitan al penitente tener cabal conciencia de su buen cumplimiento.
Es intención
del presente trabajo el considerar únicamente la segunda parte del escrito del
padre Osorio. Nos referimos al Confesionario,
con la intención de que forme parte integrante del cada vez más amplio
reportorio de textos bilingües que ponemos a consideración de los
investigadores de las más diversas disciplinas para que puedan enriquecernos
con el fruto de sus valiosos trabajos de análisis.
La
decisión anterior conlleva la necesidad de definir claramente lo que debe
entenderse por el término confesión, etimológica y cronológicamente, en un
afán de entender mejor la administración del sacramento de la Penitencia en
tiempos del padre Osorio. El término proviene del latín confessio,
que significa declaración y hace referencia, en el lenguaje religioso, a dos
hechos fundamentales: a) la
declaración o afirmación pública o privada de la fe o de la creencia
religiosa y b) la declaración solemne de fe de una iglesia, ó secta de la
misma, expresada verbalmente o por escrito. Entendido así, el acto de confesión
se establece como el sacramento del perdón de los pecados del creyente
cristiano. Su realización puede ser ordinaria si se practica por lo menos una
vez al año, o extraordinaria cuando se efectúa en caso de enfermedad o peligro
de muerte, sin establecerse un sitio físico adecuado para realizar la confesión
ordinaria.
El acto de
confesión se divide en:
1.
Examen
de conciencia: que motive al penitente al arrepentimiento de los pecados.
2.
Arrepentimiento
de los pecados cometidos; bien por un acto de amor a Dios misericordioso
(contrición), o como consecuencia del temor de Dios, como justo juez (atrición).
3.
La
vergüenza y humillación que el penitente sufre para enunciar sus culpas no se
juzga como un elemento negativo; al contrario manifiesta la verdad de su
exposición, lo pone en situación de ser purificado al ser perdonado de la
falta cometida.
4.
La
humillación sufrida por el penitente y la correspondiente autoridad del
confesor para imponer la penitencia que considere proporcional al pecado
confesado.
5.
Y
por último el otorgamiento o no de la absolución, equivalente a la sentencia
emitida de manera declaratoria, como si se tratara de un verdadero acto
judicial; lo que convierte al confesor no en mero interlocutor sino en verdadero
juez.
Así pues, en la
evolución de la historia del cristianismo, desde los primeros siglos, la
confesión se realizaba de manera pública y formaba parte del sistema
penitencial de la iglesia primitiva. Durante los siglos IV al VII, la penitencia
canónica se continúo efectuando de tal forma: “[…] que gran parte del rito
se realizaba frente a la muchedumbre”. Posteriormente, con la celebración del
Concilio de Letrán hacia el año de 1215, esta se convirtió en un acto
obligatorio por lo menos una vez al año, durante la celebración de la Pascua,
alternándose “la confesión auricular o privada, que había coexistido simultáneamente
con la pública y había ganado muchos adeptos entre la iglesia y los mismos
fieles [hasta que] fue aceptada de manera oficial”.[2]
Luego, al celebrarse el Concilio Ecuménico de Trento entre 1545 y 1563, la
confesión pasó a formar parte del sistema sacramental (siendo uno de los siete
sacramentos instituidos por Cristo para el perdón de los pecados), donde:
“las autoridades tridentinas decretaron que la penitencia era el medio para
obtener la salvación eterna, pues el hombre, a pesar de su fe, no podía estar
seguro de su salvación en virtud de que por su propia naturaleza esta propenso
a caer en pecado. Sólo podía alcanzar la gracia de Dios por medio de la
penitencia. También se estableció que la confesión era el ´medio seguro de
salvación´ y fue considerada como la tabla de salvación del hombre
pecador”.[3]
Surge así el Confesionario como libro, manual o guía para la realización de un
examen de conciencia, basado en preguntas breves que permiten al penitente
recordar todas las situaciones en las cuales estuvo expuesto a incurrir en
pecado (venial o mortal). El confesionario es elaborado por los sacerdotes
especializados en teología moral para ayudar al penitente en los actos
cotidianos en los que haya incurrido, todo ello sostenido en los sacramentos de
la iglesia católica. En el siglo XVI, como consecuencia del Concilio de Trento,
se produjo una verdadera explosión editorial en torno a la penitencia; en
donde: “la estructura de estos manuales es, en general, bastante repetitiva.
Suele empezar por un estudio sobre las partes de la confesión y sus consejos
sobre la actitud del confesor y del penitente, pasan después al examen de los
pecados posibles contra cada mandamiento de la ley de Dios, de la iglesia o
contra los sacramentos y quedan desarrollados también los llamados “pecados
capitales” A menudo presentan listas de los pecados más comunes de algunos
oficios: comerciantes, señores, jueces, eclesiásticos”.[4]
Es necesario
aclarar, por último, que la transcripción se hizo bajo las normas de las
Ediciones Sup-infor, que tiene como finalidad fundamental el conocimiento lingüístico
de las lenguas amerindias, particularmente de los vestigios impresos de la
lengua nahua. Importante señalar que, como base del siguiente trabajo se empleo
la edición de Apología y declaración en
diálogos […], reguardada en el Biblioteca John Carter Brown, de
Providence, Estados Unidos de América. Se respetaron los caracteres tipográficos
y separación de sílabas y palabras del autor, así mismo se colocaron todos
los acentos: agudos, graves y circunflejos utilizados. En el caso de los tipos
no usados en la actualidad para la señalización de las silabas abreviadas, en
las que se colocaron delante de cada una de ellas, como ejemplo de q^ para
designar “que” o d^ en el caso de “de” u otros. Así mismo se colocaron
en dos columnas los textos: tanto la versión castellana como su correspondiente
traducción en el caso de no existir en la edición original, para la mejor
comprensión y correlación.
[1]
No se tomaron en cuenta los estudios introductorios, licencias,
advertencias.
[2]
González Marmolejo, Jorge René. Sexo
y Confesión. México: INAH-CONACULTA, 2002, p. 15.
[3]
Ibidem. p. 16.
[4] Sarrión Mora,
Adelina. Sexualidad
y confesión: la solicitación ante el Tribunal del Santo Oficio. Cuenca: Ediciones
de la Universidad de Castilla, La Mancha, 2010 (Colección: MONOGRAFIAS Núm.
60), p. 39.