Catecismo romano traducido en castellano y mexicano, año de 1723 por el padre fray Manuel Pérez, editado por Francisco de Rivera Calderón.
Introducción
y transcripción: Isis Zempoalteca Chávez
Año de 2015.
Durante los
primeros años de la evangelización en América se utilizaron diversas
estrategias para la catequización de los indios, ya utilizadas previas al siglo
XVI, en opinión de algunos investigadores, tanto en España como en el resto de
Europa anteriores al descubrimiento del nuevo mundo. Durante este periodo los Catecismos o Doctrinas, fueron textos dirigidos principalmente para la
conversión de los indígenas, o bien para el uso y enseñanza de los propios
misioneros; se sabe que estos textos “breves o largos” se usaban en España y en
los demás países europeos desde siglos atrás.
José
Sánchez Herrero, resume en cuatro fases la evolución de estos textos: a) La
catequesis y alfabetización en la Península Ibérica, y especialmente, en
Castilla, durante los siglos XV y XVI; b) La catequesis realizada con los
judíos y musulmanes en Castilla durante el siglo XV, y, especialmente, con
posterioridad a 1492; c) La obra catequética realizada por las Órdenes
Religiosas que van a pasar al Nuevo Mundo: franciscanos, dominicos y agustinos,
con anterioridad a su descubrimiento y d) El siglo XVI hispano, “siglo de los catecismos”
o “doctrinas cristianas”.
Partiendo
de lo anterior, en la primera fase de reorganización de la población ante la
nueva cultura, que incluía la idea fundamental de conversión y salvación de las
almas de los indios, se dieron a la tarea los religiosos: franciscanos,
dominicos, agustinos etc, de recurrir a los modos ya utilizados; haciéndolos
útiles y prácticos, aprendiendo y traduciendo simultáneamente al sometimiento
político, militar y social de los pueblos, desde las Antillas hasta el mismo continente. La enseñanza a través de la misma lengua
nativa, trajo consigo el aprendizaje intensivo de la lengua, no solo la oral
(predicación) sino la escrita (traducción), que serviría rápidamente para el
uso y reproducción de los textos necesarios para tal propósito.
Los principales instrumentos de predicación y
enseñanza tanto para el aprendizaje de las letras y de la escritura, como para
la catequesis y educación eran: 1) catecismos y doctrinas (oraciones, preceptos
y verdades esenciales del cristianismo); 2) gramáticas y vocabularios; 3)
confesionarios y sacramentarios; y 4) sermonarios (con platicas para las
fiestas anuales, además de recomendaciones y consejos valiosos). “Poco a poco
estos elementos de educación y enseñanza dejan de ser meramente prácticos, para
convertirse en verdaderos estudios lingüísticos desde un punto de vista
gramatical, léxico y general”. (Actas del
II Congreso. La Rábida, 1987, p. 574).[1]
¿Qué
es un catecismo o doctrina cristiana, término que de manera general se utiliza
para indicar un escrito referente a la educación e instrucción de la fe
cristiana? El primero se refiere de manera general a la enseñanza memorística
más rudimentaria de las oraciones como: el Credo, Padre nuestro y Ave María
etc; el segundo: “la doctrina cristiana incluye explicaciones integradas al
libro y pueden estar distribuidos con un sistema interrogativo o explicativo,
por la extensión o brevedad y por razón de sus destinatarios: niños, muchachos
o adultos, y también: sacerdotes, confesores, frailes, misioneros, etc.
Recuérdese que quien lo leía y enseñaba era el clérigo y la mayoría de la
población era analfabeta.”[2]
El
origen de los catecismos o doctrinas cristianas es medieval, responde a
planteamientos teológicos y se aplica en la pastoral popular. En el siglo XV
estos instrumentos fueron modificados por las circunstancias históricas de las
ideas y las políticas de la época. Hay que tomar en cuenta que al “principio”
de la aparición del catecismo como instrumento de pastoral el objetivo era
transmitir la doctrina a los nacidos en el contexto ya cristianizado; pero para
la época del siglo XVI ya había habido la experiencia de aunar a los
catecismos, vocabularios y gramáticas cuando se dio el caso de enseñar la
doctrina a los pueblos que no hablaban el idioma de los evangelizadores. Fue
ese el problema que hubo en la transmisión del evangelio en América, pero
“existía la experiencia de alfabetización de Castilla, y la catequización de
los musulmanes en los siglos XV y XVI”.[3]
Es
por ello, que referirse al contenido de los catecismos o doctrinas, en la
mayoría de las ocasiones se tiende a hacerlo de forma genérica, significando
que cada uno, a reserva del autor, son parecidos en su contenido, pero en su
explicación y estructura no; el primero se distingue por ser concreto,
memorístico y basado en preguntas y respuestas sobre temas concretos de la fe,
dirigida casi siempre a los fieles; y el segundo aunque contiene lo anterior,
se basa en explicaciones compleja y extensa de los mismos puntos; haciéndose la
distinción en doctrinas largas o breves, las primeras dirigidas a los
sacerdotes, párrocos y estudiantes; las segundas se aplican a los conversos que
han “comprendido” la fe.
Fray
Manuel Pérez, mexicano de origen y clérigo religioso de la orden de San
Agustín, fue maestro teólogo de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de
la Nueva España y se desempeñó como cura de la parroquia de San Pablo en la
ciudad de México, además de ser durante 22 años catedrático de lengua mexicana
en la Universidad Literaria. Escribió: Farol
Indiano, o guía de curas y ministros de indios, impreso en la ciudad de
México por Rivera Calderón el año de 1713; Arte
y gramática de la Lengua Mexicana, salido de la misma imprenta y el mismo
año; Alfabeto
español, latino y mexicano, impreso en 1714 por Calderón; El Catecismo Romano de S. Pío V traducido al
mexicano, impreso también por Rivera Calderón en 1723; Panegírico de las Santas Rita y Quiteria, salido ahora de la
imprenta de Fernández de León el año de 1710. Todas estas obras fueron impresas
en 4º de folio; Piadoso ejercicio para los días del Carnaval, recomendado
por el mismo Jesucristo a su esposa Santa Gertrudis, traducido del latín,
impreso en la ciudad de México en 12º de folio el año de 1726, reimpreso en
1748 y otras veces más, y últimamente por Ontiveros en 1810; Método para
auxiliar moribundos en Lengua Mexicana con las indulgencias que concedió
el Illmo. Sr. Arzobispo Lanciego, impreso varias veces; Cartilla mayor
en lengua castellana, latina y mexicana, impreso en la ciudad de México en
1714 y reimpreso varias veces más; Catecismo romano traducido en castellano
y mexicano, impreso en 1723 en la ciudad de México, etc.
En
palabras del autor, el libro refiere puntualmente que el Catecismo Romano era para que “los castellanos aprendan lo que se
les hubiera olvidado” y para “los mexicanos aprendan sobre los misterios de la
fe con propiedad de la lengua”. Por espacio de 26 años de experiencia con los
indios, el autor se centra en puntualizar las “cosas espirituales y
sobrenaturales”, señalando que aunque la lengua, un idioma elocuente y en
extremo cortesano y reverencial, no tenía voces comunes para los conceptos
anteriores.
El
Catecismo Romano lo divide en cuatro
partes, cada una se conforma de un texto original latino, con la
traducción al mexicano correspondiente, en las que trata de manera general los
“Símbolos de la Fe, y sus Artículos Latinos, para instrucción de los fieles y
alivio de los párrocos”.
Catecismo
romano traducido en castellano y mexicano que forman parte del acervo de la
Biblioteca John Carter Brown, de Providence, Estados Unidos de América,
reproducida en formato pdf para la web. Se respetaron los caracteres
tipográficos y separación de sílabas y palabras del autor, así mismo se
colocaron todos los acentos: agudos, graves y circunflejos utilizados. En el
caso de los tipos no usados en la actualidad para la señalización de las
silabas abreviadas, en las que se colocaron delante de cada una de ellas, como
ejemplo de q^ para designar “que” o d^ en el caso de “de” u otros. Así mismo se
colocaron en dos columnas los textos: tanto la versión castellana como su
correspondiente traducción en el caso de no existir en la edición original,
para la mejor comprensión y correlación.
[1] Georges L. Bastin y Laura Pérez Arreaza, Histal. Las traducciones franciscanas en Venezuela: entre la práctica y la teoría. Université de Montréal, Canada. sin numero de pagina.
[2] Tesis de Araceli Aguirre Aguirre. UNAM, 2005, El suplemento de la doctrina cristiana mas cierta y verdaderos … (1546) de Fray Juan de Zumárraga, reformas franciscanas hispanas, devotio moderna, y philosofia christi en la evangelización de México. pp. 33
[3] Ibid. Pp. 33-36